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CUIDAD QUE FLORECE

jueves, 22 de mayo de 2014

El Baldón: Diferencias entre delincuentes Por: José Miguel Cobián



     Conocemos muy bien a un tipo de delincuente que hoy en día se denomina malandro (de malandrín), o maloso.  Esos son señalados por la sociedad y reconocidos como delincuentes donde quiera que se conozca su historia. Rechazados por la mayoría de los mexicanos, sólo son bien recibidos entre sus familiares y entre sus pares.
     Hay otro tipo de delincuentes, que son apreciados, gozan de reconocimiento social y son los que más daño le han hecho al país, y a pesar de ello, no son señalados ni rechazados socialmente. Ese tipo de delincuentes encuentra su hábitat natural entre los empresarios y entre los funcionarios públicos.  Los empresarios que actúan de manera ilícita generalmente tienen nexos con las autoridades, que les proporcionan protección y apoyo, hasta el día que caen de la gracia de la casta del Olimpo mexicano y entonces van a la cárcel, como es el caso de Gastón Azcárraga, el célebre mexicano que logró ganar millones de dólares a cambio de la quiebra de mexicana de aviación.
     Pero el tema de hoy no son esos mexicanos que desde el sector privado (y el social) practican la rapiña sobre nuestra sociedad.  El tema son los gobernantes y funcionarios, esos que amparados en la falta de transparencia, en la nula cultura de la legalidad, en la filosofía de que ¨el que no tranza no avanza¨, hacen pingües negocios con el dinero que deben administrar y cada período de tres, cuatro, seis años, etc., se vuelven más ricos.
     Me llama la atención observar como aquéllos que han medrado en el sector público, son cada vez más y más ricos, mientras el resto de los mexicanos cada vez disponemos de menos recursos para nuestro bienestar.  En México un funcionario público es bien visto, se hace antesala para ser atendido por él, se pierden millones de horas/hombre en eventos y discursos que no sirven para nada, salvo para demostrar el poder de acarreo (convocatoria le llaman), y a los acarreados se les mira con categoría de reses o borregos, que supuestamente harán (y votarán)  lo que les diga su respectivo líder (pastor).
     México está enfermo de corrupción, de abuso por parte de sus clases dirigentes, de hambre generada por el saqueo generalizado, de sufrimiento evitable si la ambición de esos delincuentes fuera patriotismo.    Cada uno de esos funcionarios que medra con el dinero del pueblo es un traidor a la patria, y según la constitución, merece la pena de muerte, sin embargo, cuando llegan a un café, o a un lugar público, son polo de atracción, son invitados a dictar conferencias magistrales, son aplaudidos, por un pueblo de México convertido en vasallo y siervo de los grandes señores saqueadores.
     Llegan a un puestecito y comienzan con el diezmo (20% mínimo últimamente), se aumentan los sueldos, se otorgan prestaciones de millonarios cuando hay a su alrededor hambre y enfermedad. Crean sus comercializadoras, sus constructoras, sus empresas para ser sus propios proveedores, y así obtener no sólo su diezmo sino también las utilidades generadas por el gasto público, y no conformes con ello, realizan obras de mala calidad, usan sus gastos de representación para darse vida de millonarios, viajan en primera clase, rescatan sus quebradas empresas, y tienen la gran preocupación de que el tiempo en su puesto se acaba, y no han robado lo suficiente, así que se apuran a seguir saqueando, sin el mínimo escrúpulo.   Lo mismo los vemos con camionetas y carros de lujo, que con ranchos, casas y propiedades por todos lados, acá y allá en Houston, Mc Allen, etc., Con guaruras, criando animales exóticos, igualito que los grandes narcotraficantes, pero con la gran diferencia de que mientras a los narcos los persiguen y los señalan como causantes de todos los males en el país, ellos son reconocidos como los grandes benefactores, cuando puestos en una balanza seguramente los malos funcionarios le han hecho más daño al país.  
     Lo peor es que las redes de complicidad, y la telaraña de corrupción penetran todos los estratos sociales. Así vemos a personajes que no han ocupado un puesto público pero que han sido prestanombres, o que encontraron el ¨negocio¨ ilícito de su vida, enriquecerse de la noche a la mañana. Mientras que el 55% de la población del país, más de 60 millones de personas, pasan hambre, no tienen esperanza para un futuro mejor, no reciben los apoyos que los funcionarios desvían para su beneficio personal, y por ello, son desgraciados desde su nacimiento hasta su muerte.
     Sesenta millones de hermanos mexicanos que podrían tener una mejor vida, dañados por no más de cinco millones de mexicanos, que abusan y explotan al resto, considerándolos menos que animales, pues incluso por el sufrimiento de un animal se conduelen, pero no por el de sus compatriotas.
     México no merece un sistema político y económico tan corrupto. Los mexicanos sí lo merecemos porque lo permitimos.  Muchos deben ser excusados de la culpa, pues su ignorancia les impide ver lo que sucede.  Pero aquéllos que sabemos y conocemos lo que pasa, somos cómplices por omisión.  Dios nos perdone.
www.josecobian.blogspot.com                         miguelcobian@gmail.com                     @jmcmex 


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